Los nudos en la garganta
Muchas veces la carne soporta la amargura de nuestra alma, se suspende en silencio y solo aguanta pasivamente las angustias del retorcimiento asfixiante, que con activa agonía se empeña por poner en encrucijada de la vida la ventura de esa parte invisible pero permanente de nosotros mismos. En estos momentos percibimos la concatenación de un dualismo inexistente entre lo animado y lo inanimado. De hecho más vale decir, o aclarar, que se sostiene en esos pasajes de nuestra vida el más completo desdoblamiento que implica, con cierta suspicacia, una de las más sutiles pero fuertes expresiones de una síntesis realmente aperceptiva. Me refiero a esa clara fuerza que nos recuerda al que es el más evidente de los hechos, a la vez que el más olvidado: a saberse, la sodomía de una sustancia insustancial a los acontecimientos que la constituyen, los pasos esporádicos pero firmes de una conciencia de no-ser hacia la nada que suspira detrás de toda verdad. Me refiero, por ejemplo, a aquel nudo en la garganta que se esfuerza por contraer en el momento pleno de un casi algo (casi llanto-casi grito), un pozo vacío y solo horizonte que absorbe el ser en forma de profundidad, haciéndonos sentir que de repente nos tragara a nosotros mismos y al completo de una mente ya de alguna forma perturbada.
Solo en esos momentos son en los que me siento realmente vivo. Soy vivo en cuanto mudo y cambio en base a una estrategia fallida que muchas veces me hace llorar.
Rocco
Una noche de abril del 2011.
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