El suicida
En las últimas horas elegí el suicido. El tema es filosófico, no para mí, sino para los filósofos. Además jamás me he sentido más suicida que en el mundo de hoy (y he conocido otros, se los aseguro), sin embargo, en éste lo que menos abunda es la reflexión filosófica. ¿Otras alternativas? Seguramente, pero menos romántica, menos perturbadoras y más fantasmagóricas que el suicidio. Y es que me quitaron todos los sueños, me alejaron de lo único que conocía, fantasías algo adolescente, algo revolucionarias y algo patéticas. Lo concreto es la muerte que desespera. La energía fluye dentro de mí como siempre, vivo y tan vivo, tan nefastamente vivo. El aire es fresco y la lluvia moja las ventanas, pero se acabaron las poesías, se acabaron las canciones y se acabaron las promesas de mundos mejores. El flujo es incesante, aclamador, más que nunca, nada se detiene, mientras se duermen lentamente el calor de las vidas. Un apocalipsis puede ser inspirador de muchos y el sepulcro de otros. Lo fétido se desparrama por la calle mientras se pasean orgullosas las damas pomposas, derrochando kilos de orgullo y repletando la basura del planeta. No, mis escritos no son alegres, para la alegría esta la vida, el secreto mejor guardado para aquel que la sepa vivir, que ya son pocos y van quedando menos, la cuenta es regresiva y se acerca la tormenta que limpie el resabio, el resto, el descuido de los “ellos mismos”. Pero no se asusten, que les depara en suerte lo que ustedes elijan, sepan atenerse, eso si, a las consecuencias de saber que no es el universo lo que huele a mierda, sino que lo que huele, es la mierda que ustedes dejaron en el universo. Pero quienes dejan rosas, aunque cosechen espinas, siempre olerán a rosas. Así que si son suicidas, como yo, dispongan sus energías y arreglen sus cosechas, relaten lo único que les queda, sólo así no confundirán la vida con la muerte y la muerte con vida, se los dice uno como ustedes, de un suicida a otro suicida.

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