Dolor


Apenas puedo enteneder el modo en que mi físico si comporta, cada chance, cada oportunidad, duele como si volviera a nacer.
Hace unos años el zumbido del oído me dijo algo que me dejo cada vez más sordo, pero nunca lo pude escuchar, el día a día de vivir en esta caja que llamo cuerpo se vuelve un poco más difícil.
¡Ojo! No es que me desatiendo completamente de esa realidad, eso resultaría imposible, pero cada nivel logra superar el anterior. Vivir de esta manera lleva a que cada vez uno vuelva pensar más, obsesionarse más, como la lengua en esa muela que no para de doler.
Asimismo me digo que el cuerpo no es más que cierto escalafón en el rumbo de la vida, sin embargo, cada vez más absoluto, cada vez más “yo” que se repite en esta historia. No lo disfruto, sólo duele, tanto como duele el dolor, de una manera sórdida, paulatina, pero segura.
Con el sólo olvidar ya no alcanza. Unas tres semanas y mi cadera derecha no responde como debería, rengueando como si todo fuera a pasar el día de mañana, el dolor es un efecto no mensurable de la vida humana. Sí, ya sé, todos deberíamos percibirlo como aquello que, cuasi biológicamente, nos diera el llamado de esperanza, es por acá, es acá por donde sanaras tu alma. Me gustaría que ciertos pensamientos se hagan realidad de ese modo, pensar que el dolor es aquel manotazo de ahogado que tira un cuerpo para decirnos que por ahí podemos sanar, estar bien.
Pero el dolor es mucho más que eso, es la pauta de la incertidumbre, es el azar tirando dados con el destino. Los médicos, perturbadores mensajeros de la desconfianza (ayer tenes lumbalgia, o hoy tenes estrés y mañana estas rezando santos para que te salven de un cáncer), es claro, no le podemos pedir todo a aquel que enfrente nuestro no es más que otro ser humano. Por eso es que sólo el padeciente, que se parece al paciente, puede sentir ese otro dolor, porque el pobre médico frente a vos debe ser médico antes que ser humano.
De la certeza del dolor se arranca el coraje, que no es coraje nunca sino frente al miedo de la única certeza, aquella que hace del dolor un camino ridículamente apacible. Sí, claro está, vos, yo, tú, él, aquellos, y vosotros, todos estos y todos aquellos vamos a morir, y el dolor es sólo el recuerdo de aquello.

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