El aspecto formativo de los sueños
Los sueños conforman una realidad creativa, un límite de entre lo que el universo ofrece a la experiencia cotidiana y lo que el ser humano pauta desde su percepción. Esto quiere decir que los sueños son participes activos de las acciones, es decir, que lo que los sujetos sueñan es lo que los sujetos conforman, pero en este punto es crucial analizar una cuestión que quiere escaparse por entre los dedos. El acto creativo de los sueños, el desarrollo de una imagen simétrica y coherente de adaptación a lo real no se reduce a definir los pasos de un sujeto dentro de sus proyecciones, los sueños no son solo unas proyecciones, como flechas lanzada al vacio, sino más bien, que lo que el sueño hace es al arquero, al arco y la flecha, y a su vez, al cielo por el que se dispara.
El sujeto es una representación del pensamiento, los aspectos que ordenan lo real o lo posible, son parte de una imaginación deseante, soñadora y creativa.
¿Esto quiere decir que las percepciones que tenemos son dibujos de un ensueño? Sería disparatado seguir agregando literatura, que se pretenda profundamente enriquecedora, a la gran cantidad de páginas que desarrollan las paradojas del sueño, sin embargo tenemos que tener en cuenta, para nuestra conjetura sobre el aspecto creativo de los sueños que lo cierto es que lo que llamamos real no es distinto de lo que llamamos sueño, no en un sentido paradójico o fantástico que indique que vivimos en sueños no discernibles (como “Alicia”, o las nuevas películas -que aún imaginan sobre la comparación con una cierta realidad-), sino por que básicamente lo que llamamos real es en sí mismo un sueño completo, lo real es una clase dentro de la clase de los sueños, así como lo son nuestras percepciones.
La nuestra, como lo dijimos, es solo una conjetura, pero como tal, y siendo consecuente con la tesis del acto creativo, podemos llegar a conformarla tanto así como es real el teorema de Pitágoras, o que la suma de los ángulos interiores de un triangulo suman ciento ochenta grados. No hablamos desde un viejo idealismo, ya tan criticados, sino contrariamente desde un empirismo onírico, lo real pertenece tanto a la naturaleza, como pertenecen los sueños a nuestras mentes. De este modo las mentes pertenecen a la naturaleza y estas mismas, al percibirla, se devuelven en sueño creativo dentro de lo real, somos arquitectos de nuestras propias realidades. Debemos pensar lejos de los supuestos sustancialistas, lejos de las imaginaciones idealistas, y lejos de los juegos de representación.
Es la actividad onírica la que conforma la realidad, pero sin tomarse de un modelo, de una realidad anterior, de una certeza intuitiva o lo que sea que propongamos. Juzgar el sentido de nuestra conjetura nos obliga a juzgar por la capacidad de producir modificaciones en aspectos que creíamos antes ajenos a nosotros mismos. En este sentido el acto creativo del pensamiento exige una responsabilidad que resulta de su trasfondo onírico.
En pocas palabras, hemos disuelto los imposibles y esto agrava la importancia del desempeño de nuestras responsabilidades.
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