De odios y de amores
¿Qué motiva el odio entre las personas? Es que simplemente no lo entiendo.
El conflicto de las interrelaciones muchas veces supera mi propia expectativa, veo amar tanto como odiar mientras que las esquizo personas juegan con la vida del semejante como si sintieran nada de sí mismos. El límite es una palabra ajena para las palabras que se usan, los discursos profundizan lo resquemores de sentimientos encontrados, y por tiernas simplezas se llega a matar, carnal o emotivamente, a las personas que antes se amaba con la misma virulencia. ¿Es posible un tal análisis de la violencia mientras se permanece dentro de ella? ¿Es factible que el hombre comprenda la situación no solo de una manera objetiva, intelectual  o desarraigada? Con esto la pregunta me excede, en tanto soy un títere más, como todos aquellos que se crean críticos de nuestro porvenir. Los sentimiento que vitalizan son los únicos que nos muestran la crudeza de nuestras personalidades enfermas, y que requieren un examen global de nuestra acciones y palabras. La ética es, como todas las ramas del conocimiento, un razonamiento abstracto de una realidad cotidiana que transgrede los horizontes de cualquier razón, el profeta, tanto como el Dios, a muerto en manos de todos nosotros. Resta jugar con reglas que postule cada una de nuestras almas, solo así las armas del sinsentido prevalecerán con la fuerza de la autoconciencia. El saber hacer le depara el saber que el bien es un horizonte que ya ha dejado de importar hace mucho tiempo, no existe el que hace bien, solo queda el que bien hace.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, como no hay peor ética que aquella que no quiere actuar, nos hacemos haciendo y solo así podemos recrea, en un abismo, nuestro bienestar.   

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