La naturaleza y yo
Naturaleza divina, formas que se entremezclan, juegan y nos muestran lo que queremos ver, naturaleza, superficial y estructura, converge en ti las formas de lo que me falta. Porque ¿Qué es la naturaleza sino es eso? Casa, refugio, frío y ardor. Las formas que en ti concibo son las dadoras de las formas del concebir.
Sin embargo el hombre intercede, acapara, colapsa. La mano de la cultura quiere mezclarse, quiere aunarse, hermanarse, pero simplemente no le sale. Ya que el hombre es hombre de otro planeta y sus irrupciones son mezclas fortuitas de la interpelación de la razón. Es que sin ella no somos y somos solo porque ella no es lo que somos.
El lugar común “mano del hombre” tiene, en realidad, muy poco de lugar y mucho de incorpóreo, de inmaterial. Su creatura es rasgo evidente de lo que nos falta, el hombre irrumpe con su sentido, mientras ella se acomoda a nuestro divertimento y hace crecer un pastito que se tuerce con el viento en un cordón de la vereda, que con su insignificancia nos dice acá estoy, no te olvides. Sin embargo olvidamos, pero más, exigimos como si su fuerza nos fuera, valga el término, natural.
Es que es natural el hombre mientras irrumpe y transforma, es un animal de la transformación, o mejor aún, es una bestia brutal transformadora. Ella nos mira, calla y mira, espera el momento exacto y grita toda su desesperación. Y es en ese momento en el que nos ahogamos, nos quemamos, nos morimos de hambre, simplemente nos muestra que somos un estorbo.
Otras veces nos recibe, pero para aquel que tiene atento el ojo, ya que ella siempre es silenciosa, sutil, nos da todos sus bienes, nos abre su corazón y nos comparte la bella historia de su vida, nos relata en libro abierto el taciturno balanceo de su ritmo. Nos escoge y nos dice: -Acá estoy, soy compañera de tu belleza, construyo contigo y no te niego, te integro, ya que eres el único de entre todos mis seres que cree que tiene algún tipo de magia especial, de talento universal, de secreto que revelar. Yo te cuento, hijo mío, que aquí eres mientras me niegas, siempre niegas como un adolescente inmaduro, siempre luchando con lo que te doy. Pero estaré indemne, para curar con amor tus desventuras, nunca terminarás de negarme, pero yo siempre seré tu aliada en tu corta vida-. En ese momento la naturaleza se nos abre y nos regala el arte del cual aprendimos todo arte, florece sobre nuestro alambrado, escoge la imagen que jamás pudimos escoger y se brinda entera y eterna ante nuestros ojos.
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