A Érato, musa de musas
Tu letra rasga la vestidura de la prudencia, corrompe los corazones de sencillas pero apasionadas emociones que escuchan tus palabras como formas de invertir la pulcritud y reinventar el deseo. Ocultas con metáforas las vergüenzas del vicioso, mostrando el infierno como un antro de sublimes bellezas corruptas
Eres la voz que no tengo, aquella que dice las palabras precisas con un menor pero inexpresable esfuerzo.
Eres también la fiel compañera de tu real aliada, la melancolía, quien revive sin esfuerzos al incierto sentimiento de la vaciedad en casi cualquier alma.
 Eres canción y música de letras que bailan en mi tintero. Eres vida siempre profunda y a la vez superflua cursilería. Eres razón en un sentido disperso, mariposas que flotan sobre las coloridas flores.
Y en ese susurro del tímido te presentas sin vergüenzas, para lucirte y mostrarte en tu genial arte, ¡Oh, siempre tú, bella Érato, la verdadera reina de musas! Has logrado derrocar a tu hermana Calíope de su trono no merecido.
Sin embargo, escucha los ruegos que inspiras, dame de beber de tu hermosa afluencia y finalmente libérame por siempre al arrojo de la locura, que en ella refugiaré las más bellas formas que he de crear aún con vida, antes que la guerra destine en mí la triste gloria del caído.
No te alejes jamás de las llamas que brotan de mi garganta y convierte la más honda fogata de mi corazón en un suave humo que dibuje historias en el aire.
Solo eso te pido, y así seré mejor guerrero, siempre luchando por tu causa, por ti adorada Érato, reina de musas, inspiración de todas las poesías.

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