De las personalidades complicadas y de las complicaciones:
Esquejes para una psicología de lo efímero.

Hay complicados y complicaciones.
Hay gente que se esfuerza en la complicación como deber moral, en su sentido lato, intuitivo, pero también en un sentido abstracto. Complicar es implicar lo complicado como forma del juego funesto de una mistificación de la vida detrás de ciertas formulas del deber, alejado ya de la efervescencia del querer. La formula por antonomasia del querer olvidado en el deber, es la forma del idealizar, como construcción fantástica de un cierto mundo de la vida al cual remiten sus acciones, como un constructo conceptual del deseo continuamente fallido del querer en su forma legal, esto es, querer lo que se debe, como un no-querer algo en las formas de darse del deber inconsciente.
 A estas personas no se les perdona -o no se perdonan-  la desatención, ya que si siempre se hace lo que se debe, no se hace más que en razón de que aquel otro, siempre ideal, reconozca el esfuerzo de la comunión de un deseo con ese ser en forma legal, un ser para otro: la forma de expresarse de la idealización fantástica del complicado, es la de intentar en su complicación un llamado de atención al otro, un niño caprichoso que exige la atención del otro como forma de completarse, de instaurarse en su bien hacer como medida y referente (-mira que bien lo hace tu amiga, tal vez puedas aprender algo- dice la madre). Es por eso que siempre, en todo hacer de la personas complicadas, complican el deseo pulsional, y lo expresan en una comprensión global idealizada de un llamado de atención caprichoso, constituyendo así una crucial división de la conciencia entre el deber idealizado –es decir, cumplir con lo que esperan que yo haga- y un deseo reprimido, que en una corta distancia temporal se convierte en capricho infundado, queja, replica y ulteriormente, insatisfacción desahuciada.
Por otro lado tenemos las complicaciones, como intentos de comprensión del sentido del mundo natural en los entrecruzamientos causales, y también casuales. Las complicaciones son los "estados de cosas" que afectan a un sujeto, frente a las cuales se puede tomar dos elecciones posibles: la primera consiste en la afirmación de una convicción frente a este mundo, una afirmación universal que supone una ubicarse en el mundo, un saber actuar en la complicación, con resoluciones asertivas que miran idealizadamente al polo del deber.  En segundo lugar tenemos la actitud dubitativa de la desubicación, el ignorar las elecciones asertivas y siempre manejarse en el intento, en el esfuerzo del querer frustrado, un quiero pero no puedo, las complicaciones me sobrepasan mientras que cada paso es sostenido por la intención vacía del querer frustrado pero satisfecho en su esencia de desear vacio.
Cabe resaltar, desde las definiciones presentadas, que podemos comprender que a la forma del darse del complicado se corresponde una actitud resolutiva de las complicaciones, mientras que el deseo, en su esencia es deseo siempre incompleto o frustrado, esto es, deseo A para poder desear B cuando obtenga A, se satisface como necesidad pulsional en la forma o en la actitud que no se esfuerza en lo asertivo, o en la resolución, sino que se sostiene en la duda (deseo por ser deseante y no por alcanzar lo que deseo) es la forma de darse de la explicación contraria de la complicación, que sin embargo no es una simplificación en modo alguno, sino solo una relación más directa con la esencia del deseo.
De esta manera se observa el real desocultamiento de la personalidad complicada: no, como se supone en general, de ser la de una persona reflexiva, dubitativa, y muchas veces insegura (buscando definiciones de principios de acción, previos a la acción efectiva), sino en la figura del personaje asertivo que simula para el otro -mediado por la consigna del deber- con una resolución de personalidad figurada frente al mundo, un ser que permanece en la complicación como forma solapada de la protección frente a agresiones posibles: su réplica y capricho es su síntoma, en el sentido de pulsión insatisfecha y regulada al deber, es la única voz audible en esta personalidad, de un verdadero he innegable -irreprimible- desear humano, un deseo que se quiere presentar como deseo frente al otro, que quiere llamar la atención del otro en su desear, una seducción histérica de la personalidad complicada, que se complica a sí misma y al otro que es polo ideal-fantástico de sus acciones.

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