Vivimos en convenciones irregulares, somos un conglomerado de arbitrariedades y el zumo de una ideología de la decadencia.
Es importante sentir, y ver, cómo a lo largo de nuestra historia lo noble de los gobiernos ha sido la capacidad de un desarrollo crítico de la historia en general. Quiero empezar a poder pensar más allá de la ideología, o por lo menos en construir una verdadera práctica de lo político, quiero repensar mis ideas más allá de lo que me digan. El pensar es un acto crítico y cualquiera que piense, debe construir una práctica política, en un real uso de la verdad a la mano, una verdad útil, y una referencia de la vida desde la teoría para una verdadera acción política.
Lo extraño en las últimas prácticas políticas es cómo, la construcción de una forma ideológica, carece de una materialidad política crítica, a la que debe aspirar todo gobierno. Las formulaciones en prácticas confrontativas, he impetuosas, suelen ser útiles para una resolución de acciones gubernamentales, mientras que no esconda un interés netamente de sostén endeble del poder. Hay que recordar que cuando votamos nuestros gobiernos, debemos evaluar y considerar que no lo hacemos desde una pura individualidad hacia lo social, aunque la individualidad sea la esencia de la vida social, la verdad de la construcción ideológica depende de un imaginario, que va más allá de la mera aspiración o postura política. Es por esto que nuestros gobernantes deben reconsiderar el suelo del correlato material hacia el cual se dirija su confrontación, que en su forma de darse debería sostener la imagen de respeto por la responsabilidad democrática que reposa sobre sus hombros.
De esta manera, deben ser reformuladas las expresiones de construir una actividad o compromiso político serio. Debemos pensar en una forma de gobierno que no se base en la agresión, esto es esencial. No disputo con las supuestas propuestas que quieren ser participativas y que quieren generar una educación política de nuestro país, pero me resulta incomprensible pensar en una educación política y participativa si no se fundamenta en el respeto de la participación política en general. En definitiva, invertir en la construcción ideológica en la política de estado, conlleva pensar en que esto debe basarse en la formulación de una crítica de lo ideológico como educación de una sociedad politizada, para poder constituirse como gobierno noble para la historia y no en un mero personaje mediático que sale despechado frente a las cámaras como una temporada televisiva sumergida en la histeria de nuestros representantes.
Excelente, deseo fervientemente que la Argentina logre ese respeto necesario de los gobernantes hacia el pueblo y viceversa. y que la critica pase a ser una herramienta de crecimiento y mejora.
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