Actos de amor y desamor
Los hombres no pueden dejar de pensar en el amor, viven en amor y lo expresan en cada uno de sus actos insolentes. Aunque el hombre no pueda juzgar sin amor, esto no significa que sus actos sean amorosos, sino que, muchas veces, expresan lo denostado del amor como forma amorosa, el odio. El odio en los actos humanos suele tener la misma proporción y virulencia que los actos puros del verdadero amor; Y es que el amor no actúa nunca por sí mismo, el amor siempre esta eclipsado por la humanidad y mundanidad de lo humano.
Pensar en el amor puro se parece mucho a pensar en una obra de arte sin materia, sin colores, sin pinturas, y mismo, sin telas, papeles o bastidores. La imagen que se construye detrás de los actos humanos busca reparar un desahucio de la naturaleza de su esencia. Esencialmente somos seres desamorados, y por eso queremos reivindicarlo todo en nuestras expresiones, en síntesis, en todas nuestras artes. Los artistas son los esteticistas del amor-odio humano que idealizan la utopía exquisita del amor eterno. El arte es la forma de reparar el dolor de un corazón herido, de una sensibilidad frustrada, de un enamorado eternamente desamado. El artista es el enlazador de un mundo en el que todos alguna vez quisimos, queremos o extrañamos estar, con un mundo en el que no podemos dejar de estar, tu realidad, la mía, el constante y sonante campo de la decepción amorosa: Dios, como totalidad amorosa imaginaria, es la inexistencia de un azar que el hombre, en su personaje de artista, quiere ordenar como forma de universal de un estético amor humano y de su respectivo odio. Es por eso, que son los artistas los que más aman, sin amar nada, odiando todo y emparchando la ausencia que reside en nuestra alma herida y atormentada, tal como ha quedado desde nuestro nacimiento.
La acciones humanas son preocupaciones estéticas, artísticas, de nuestras propias vidas, es decir, el hombre que busca un obrar bien en base a un determinado fin, es el buscador de las formas de la acción que lo lleva a una preocupación netamente estética, el construir la perfección de estas formas en la búsqueda de ciertos fines. Todos los que actuamos nos constituimos como artistas de nuestras acciones, determinamos el cómo, la forma, la estética de nuestros actos. Y como todo artista busca enlazar dimensiones disueltas del vínculo amoroso del hombre con el mundo, todos los hombres que actuamos somos artistas del odio y del amor y al no existir un referente puro del amor, sólo quedan las acciones. Todo actor es el interprete de un amor imaginario que se expresa tanto como amor y como odio, es por esto que en base a las idealizaciones los hombres-artistas fantaseamos y recreamos en nuestra realidad amorosa un inalcanzable espectro que nos lleva siempre al fracaso. Es por esto que los que más dicen amarnos (idealmente), suelen ser los que más nos odian (concretamente).
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