Un día en el Octavo C-ielo
Dante no confundió su nombre y descubrió el detalle de su belleza, eso lo tengo asegurado. Con la compañía de su amada Beatriz, quien lo insta a mirar su agobiante recorrido realizado, busca poder elevarse hasta el punto más alto de su largo sendero. En el octavo cielo las cosas aparecen pisadas, los dolores apaciguados y el amor revivifica lo más bello de toda experiencia. El octavo cielo es el espejo de la vida, ni tan cerca ni tan lejos, lo suficiente para que él pueda apreciar la figura de su amada, ya que en principio había quedado enceguecido por su inaudito brillo. Es allí donde repara en su propia constelación, la de los gemelos, para pedirle que le den fuerza para continuar con su ascenso. También es en el octavo cielo donde se puede tomar conciencia de la elevación de la virgen María, señora y madre de todo lo fructífero en nuestra tierra, acompañada por el ejército de Cristo, con sus tropas dispuestas a luchar por la fuerza del amor. Luego Dante es examinado para probar que su fe, su esperanza y su amor al prójimo son dignos para sus siguientes pasos, logrando responder a todas las preguntas, no sin ayuda de su amada, representando al octavo cielo también como el momento de la afirmación de sus propias capacidades y creencias.
Reconozco todo esto con detalles, increíbles detalles como si recordara un suceso cercano, como si yo fuera Dante subiendo uno a uno por los círculos del cielo. Hoy puedo mirar atrás sin tantos dolores y también reconozco en mí que de a poco puedo ver lo que antes me enceguecía, puedo reparar en las fuerzas de mi constelación para poder seguir adelante, puedo ver lo fructífero y acompañar a las tropas del amor. Ya puedo examinar mis capacidades para continuar elevándome, repasando mi esperanza, mi fe y mi amor al prójimo.
Y todo esto sólo porque yo también pase el más bello de los días en el octavo cielo.
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