Primer paso para el cuidado de sí mismo: el autoconocimiento
El cuidado de uno mismo requiere una suerte de desdoblamiento inicial, una ruptura o fisura del yo, una ausencia de todo otro que no se refiera al sí mismo, como propia instancia de una sabiduría práctica consciente que lo pueda lograr. Porque, si procedemos metódicamente, no podremos nunca hablar de un sí mismo, si no anteponemos un proceso productivo de cierta conciencia fantasmal bajo la que podamos lograr que se nos aparezca el tal sí del sí mismo. En pocos términos, para poder hablar de y desde sí mismo, se despatria la residencia del yo para dar lugar a su autoconocimiento. Es decir, el yo peregrina ahora en el conocimiento de sí como si se tratara de un objeto ignorado, olvidado, desperdigado o, muchas veces, eclipsado.
De esta suerte de dirección de la actividad productiva hacia el conocimiento, se hace práctico el pensar, se le confiere realidad al choque de las dimensiones netamente filosóficas abstractas y de pura especulación. Es desde éste ingreso, éste desborde del conocimiento de sí mismo, que la actividad intelectual se hace netamente práctica, se hace ethos poiético, es decir, conocimiento práctico productivo, que no se eclipsa por la referencia a otro, sea éste un dios, una imagen, un edipo, o simplemente una persona, sino que se convierte al yo en todo polo de referencia productiva voluntaria, dispersa y aún por inventar. Se recrea lo que uno quiere ser y se madura en la dimensión mundana de la vida, se desestructuran las bases de una vida, para lograr la vida que se quiere hacer. Es en este sentido que el único otro admisible en este plano, es el de la fuerza de la producción filosófica, entendiendo por esto, una manera de conseguir al mundo desde sus conceptos, desde su capacidad creativa. El medio de la reflexión crítica es el único campo que permite la habilitación y distanciamiento suficiente para que podamos conocernos a nosotros mismos, es por eso que la filosofía es el mediador crítico fundamental para poder cuidar de sí mismo, siendo ésta entendida como lo que abraza en su despliegue toda actividad que el espíritu realice para poder conocerse (psicología, artes, ciencias, etc.).

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