De las imágenes conformadoras de nuestras personalidades
Intentos sobre intentos, lo que sobrepasa es la intención de siempre un proyectar sobre el esfuerzo de la chance. La chance es el modo en que nos formulamos en el mundo, un acto deliberativo y otra nueva chance (en algún otro lado también lo he designado como salto). Lo que somos es un complejo de chances, saltos o intentos, que como formas de manifestación de una conciencia irresoluta en el mundo, un ciudadano de la esfera de la propiedad que viaja al mundo de lo público, ya como él mismo y no como público, nuestras chances solo nos competen a nosotros, es lo que nos individualiza y nos extrae de la masa en general, y por ella todo lo que implique un vinculo intersubjetivo, se revalorizará en una forma particular en nuestra personalidad (sea la pareja, la familia, el trabajo, etc.).
Lo que profundiza el término de chance o intento, es la forma inacabada y proyectual de todas nuestras decisiones, llevándonos a compeler una interpretación profunda del Yo soy, como calificada en la posterioridad de la consecuencia de nuestros intentos. Recreamos por medio de nuestros intentos un escrito posible, un libro posible, que representa el discurso del curso de vivencias que conformamos. El gran hermeneuta no existe y la confrontación frente a las interpretaciones que se dan de este curso de vivencias se solapa en una confluencia de múltiples diferenciaciones que progresivamente se van estilizando en la mano del escritor que cada uno de nosotros somos. Cada uno va construyendo un relato de sí mismo que no fluye con independencia de las múltiples definiciones de sí mismo que tiene al otro por escritor. En pocas palabras, el Otro es co-guionista de nuestra historia. Esto último conforma el problema de la continua inestabilidad de ser nosotros mismos, si en cada decisión son coparticipes de lo nuestro, los otros que destacamos sobre el trasfondo de este mundo de lo humano en general: ¿Cómo poder escribir con una mano mientras la Otra la sujeta? El otro espera de nosotros, se alegra por nosotros y se decepciona de nosotros: no solo eso, sino que también tenemos el poder de participar negativamente en la conformación de todo otro, aún siendo los escritores de nuestras propias vidas, es decir, no hace falta más que un mínimo de contacto intersubjetivo para poder comenzar a medir en qué forma afectamos al otro con nuestra propia narración.
Con todo, sin embargo considero que esta reflexión requiere de una serie de precisiones, de las cuales solo expondré una más. Queda dicho que todo acto intencional, y sobre todo cualquier intento, es una forma de la manifestación de un discurso propio-ajeno de nuestras vidas, un discurso que se presenta en su forma consecución, en su forma de cadena de significantes, un lazo que es el mismo que constituyen a mis letras como mis palabras, a estas como mis oraciones, y de aquí a los párrafos, páginas y libros de la vida humana en general. Pero sin embargo lo que hace que estas palabras sean mis palabras es el hecho de que pertenecen al sentido en general, como gobierno de una otredad que dictamina la forma de conformarse del discurso mismo, y a partir de este encuentro en el sentido, es que puedo hablar de que algo sea mío o sea tuyo. Por último, este sentido, que es la forma que vertebrará la participación conformadora de las personalidades, ya no responde satisfactoriamente a la imagen del texto, sino que se debe representar como un modo de darse de un todo en cada paso, nunca ajeno a lo sucesivo, pero sí como forma de una generalidad del sentido para todos y mío a la vez. La imagen más competente que encuentro es la de la de una pintura universal, donde se entienda el ritmo y la cadencia de cada pincelada como una única forma de proliferación polisémica del sentido único, que continuamente se expande como sinsentido o paradoja de su unificación y diferenciación. Vale decir, todos somos artistas de aquel cuadro con tela infinita que es el mundo, y cuando marcamos una pincelada la tela se agita en toda su infinita extensión, para mí y para todos los pintores que la vamos conformando como pintura, como tela, como pincel, todo en un mismo movimiento. Esta es la verdadera responsabilidad, el recrear un sentido para todo sentido.
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