El otro frente a la soledad
Una habilidad insondable, el recurso de todo curso de los actos que se brindan hacia el otro. El hombre constituye la realidad ajena como forma de un acto inconcluso. No podemos dejar de ver en el otro la dimensión inacabada he inefable de lo ajeno. El otro es siempre una fisura fenomenológica entre el uno mismo y la ausencia de lo que esencialmente nos constituye.
¿Y en función de qué? ¿Cuál es el sentido anverso de todo otro que en definitiva, siempre nos deja solos?
El otro es el imaginario de una compañía, de un compartir, un acto ilusorio de considerarse como uno cuando, en realidad, siempre hay dos, siempre solos, siempre ausentes de lo ajeno. La beatitud del encuentro fanático de lo uno con lo otro, sólo puede comprenderse desde la dimensión de lo imaginario. Hace ya tiempo que hemos perdido el sueño del encuentro pleno con el otro, ya no hay mediación divina para que nos haga intervenir a todos en una mirada redentora del pecado original.
Ahora somos todos solos y nos escondemos, en el encuentro romántico, en la amistad, en la familia y en el trabajo, el sucesivo encuentro perdido, del que sólo tenemos noticias cuando nos alejamos de nosotros mismos, cosa de por sí imposible.
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