¿Por qué? Una y otra vez ¿Por qué? La desesperación respira su frío y siniestro aliento por mi espalda, el corazón se sacude, la adrenalina exaspera. Una y otra vez las manos atadas, la sensación es que me sujetan de atrás, más y más fuerte, impiden mis movimientos, los brazos rígidos denotan que todo mi sistema colapsa. Lo único que se repite incesantemente, una y otra vez, la misma pregunta ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Yo sé que es mala conciencia y puedo seguir martirizando mis fallas, sin embargo, ya llega el límite, el límite poderoso de todo razonamiento, de toda idea, la vista se nubla y ya no puedo pensar. El pánico es una inconmensurable sensación de hastío, de nada, de caída, combina en sí toda expresión de mí ser, mente, cuerpo y emociones. La falta de control es total, el ahogo lo suficientemente profundo como para respirar, poco, pero respirar, ya que un muerto no puede sufrir.
Entonces recuerdo la letra, recuerdo lo único que me sostiene con vida, el cursor titila y me pide palabras, me pide que desahogue mi dolor, exige que le hable, que le cuente y que le grite.
Otra vez calmo, ya puedo respirar, las palabras, o mejor dicho, mis palabras curan. Gracias cursor.
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