Hay respuestas que parecen preguntas, así como hay problemas que se parecen a una solución. Sin embargo toda respuesta es respuesta de alguna pregunta, aunque muchas veces analizar la pregunta no lleva más que a un juego dialéctico. Pero la cuestión que hoy nos toca es del campo de las respuestas, el ámbito de aquellas proposiciones que pretenden ser una forma resolutiva, aclarativa y explicativa de la realidad. Por ejemplo, la respuesta a toda tristeza es la alegría, la respuesta a toda paciencia es la acción, la respuesta a todo el pasado, a veces, se parece al futuro, otras al presente y otras al mismo pasado. La respuesta es el anfibio de las proposiciones, gusta de cubrir las capas del discurso, jugar petulantemente con las posibilidades del ser, tanto así, como también sumergirnos en los imaginarios imposibles de las especulaciones. En pocas palabras, las respuestas son la barrera continuamente corrida del horizonte de la vida. Sin embargo toda respuesta es asertiva, hace el viraje desde la duda, la ignorancia o la confusión, hacia la presencia, la explicación y la definición, al menos así siempre lo pretenden, siempre galanteando con la verdad.
Pero sería injusto no reclamar el valor del olvido, la obscuridad y lo inexplicable, ya que en última instancia, ellos son los únicos factores posibilitantes de toda respuesta, siendo éstas, los lapsus de la presunta agudeza de la intelectualidad humana. Nuestra mente, la de verdadera inteligencia, vive sumergida en la nube de las inspiraciones e inclinaciones, supone respuestas, imagina distinciones y muchas veces da pasos por sobre todo carácter resolutivo, logrando siempre no más que cuasi respuestas en continuo proceso de irresolución.
Finalmente, nos queda pensar en las respuestas como reformulaciones continuas de la poderosa fuerza recreativa y degenerativa de la mente. Un juego de la capacidad del pensar, del imaginar y del crear, de todo para nada y de la nada para el todo. Necesitamos de las respuestas, para afirmar, para respirar en nuestras angustias y en todos nuestros olvidos. Pero aún así no podemos confiarnos de su pretenciosa aparición, no podemos confiar de palabras que contonean tanto con la verdad, sólo ponemos, proponemos y exponemos, con respuestas, una dimensión fantasmagórica del ser, el juego creativo de la mente.
Y es por esto que siempre espero de respuestas.
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