Deseo y nada más
La magia de un encierro interno y un furtivo engaño que se parece al placer es lo que hace delirar a los hombres. Sólo con gozar se convierte lo humano en un chiste irrepetible, sólo con soñar se convierte lo humano en la fabula de un nuevo deseo.
Las imágenes que brotan de fuentes invisibles hacen estallar el tierno alarido del cariño, y él, pobre alma vacía, se conforta con sentir el abrazo ilusorio de lo que creyó como verdad inconmensurable. Se entrega en vida a la más soberbia de las muertes, la calamidad autodestructiva del alma suicida que siempre llevará en su esencia, como afirmación de su propia negación. La teología negativa, filosofía de la tradición medieval, pensaba que para alcanzar a Dios, la Verdad y el Bien, bastaba con negar todo, incluso a sí mismo. Hay veces que no entiendo si la filosofía crea o explica lo que quiere decir, si se pretende como prescriptiva, o descriptiva, y esto porque la realidad se parece a la filosofía, y otras veces es la filosofía la que hace a la realidad.
 Lo cierto es que el hombre muchas veces se niega a sí mismo por todos los medios, y es porque ha convertido a la muerte en el más supremo de los dioses, es por eso, sólo por eso, que el ser humano puede amar. Al amar complace las imágenes de su propia ausencia, mientras que a la vez, niega lo que de él queda para poder ingresar en él a la persona amada, algo parecido a lo que hacían los medievales con Dios, hasta el punto en que si se completase el objetivo no habría más hombre alguno y todo sería amor y dioses.
La fábula de los seres circulares es, al menos, romántica, sin embargo es difícil poder concebir una vida que se completa con el encuentro de la mitad ausente de uno mismo, es difícil concebir que uno nazca siendo una mitad de algo y por último, es difícil concebir que haya vida para poder encontrar la completud, ya que la completud es tan enigmática como el deseo, que es lo que nos hace ser uno mismo diferenciado, sólo sustentado por el camino de nuestros vacíos.
Queda por distinguir, someramente, una sutil diferencia, el deseo es motriz y es la voz cantante de nuestras relaciones humanas, sin embargo no se parece a la verdad, y la verdad es lo que secretamente ha estado deseando el hombre en todo su despliegue existencial, una verdad que hoy parece no existir, un ser circular que nunca se completa, una ilusión que no es más que fantasmas y sueños que no son más que pesadillas, en definitiva, lo único que quedó, aún después del hombre, es únicamente el deseo.

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