Dolor


Apenas puedo enteneder el modo en que mi físico si comporta, cada chance, cada oportunidad, duele como si volviera a nacer.
Hace unos años el zumbido del oído me dijo algo que me dejo cada vez más sordo, pero nunca lo pude escuchar, el día a día de vivir en esta caja que llamo cuerpo se vuelve un poco más difícil.
¡Ojo! No es que me desatiendo completamente de esa realidad, eso resultaría imposible, pero cada nivel logra superar el anterior. Vivir de esta manera lleva a que cada vez uno vuelva pensar más, obsesionarse más, como la lengua en esa muela que no para de doler.
Asimismo me digo que el cuerpo no es más que cierto escalafón en el rumbo de la vida, sin embargo, cada vez más absoluto, cada vez más “yo” que se repite en esta historia. No lo disfruto, sólo duele, tanto como duele el dolor, de una manera sórdida, paulatina, pero segura.
Con el sólo olvidar ya no alcanza. Unas tres semanas y mi cadera derecha no responde como debería, rengueando como si todo fuera a pasar el día de mañana, el dolor es un efecto no mensurable de la vida humana. Sí, ya sé, todos deberíamos percibirlo como aquello que, cuasi biológicamente, nos diera el llamado de esperanza, es por acá, es acá por donde sanaras tu alma. Me gustaría que ciertos pensamientos se hagan realidad de ese modo, pensar que el dolor es aquel manotazo de ahogado que tira un cuerpo para decirnos que por ahí podemos sanar, estar bien.
Pero el dolor es mucho más que eso, es la pauta de la incertidumbre, es el azar tirando dados con el destino. Los médicos, perturbadores mensajeros de la desconfianza (ayer tenes lumbalgia, o hoy tenes estrés y mañana estas rezando santos para que te salven de un cáncer), es claro, no le podemos pedir todo a aquel que enfrente nuestro no es más que otro ser humano. Por eso es que sólo el padeciente, que se parece al paciente, puede sentir ese otro dolor, porque el pobre médico frente a vos debe ser médico antes que ser humano.
De la certeza del dolor se arranca el coraje, que no es coraje nunca sino frente al miedo de la única certeza, aquella que hace del dolor un camino ridículamente apacible. Sí, claro está, vos, yo, tú, él, aquellos, y vosotros, todos estos y todos aquellos vamos a morir, y el dolor es sólo el recuerdo de aquello.
Dos síntesis para un mundo nuevo:
Primera síntesis:
El caos brota como tormentas de vientos huracanados, todo es ruido de soberbia vibración, es el fin de todos los tiempos, es el aullido del desorden, de la brutalidad y del aturdidor galope del vacío. Lo que no hay no alcanza, lo que pudiera haber ni siquiera existe, el mundo se agolpa a la puerta de mi cuerpo con el sólo fin de destruirme, de negarme. La primera síntesis padece de una angustia inagotable, persistente, mientras el caos desarma el mundo como un castillo de cartas.
Segunda síntesis:
Caen uno a uno los planos, los tiempos y finalmente los espacios, se produce en mí una leve mueca que denota mi simpatía, aunque sin embargo yo ya no existo, ya soy parte del universo colapsado, revuelto. Un tierno suspiro, y el gris aparece como en un entrecerrar de ojos, el punto magnifico de toda existencia, algo que recién comienza, algo que ni empezó, se traza el diagrama y la matriz no ha sido aún preparada, todavía no hay cielo y tierra, todo ha sido allanado en la primera síntesis, pero una contracción imagina una repetición y de repente surge algo, el comienzo de un nuevo mundo, un juego de espejos, una mirada del sentido, un mundo nuevo (el único) que se va creando, no hay conciencia, sólo desplazamiento.
En ese momento, y sólo recién ahí, mi pincel toca el lienzo.

Deseo y nada más
La magia de un encierro interno y un furtivo engaño que se parece al placer es lo que hace delirar a los hombres. Sólo con gozar se convierte lo humano en un chiste irrepetible, sólo con soñar se convierte lo humano en la fabula de un nuevo deseo.
Las imágenes que brotan de fuentes invisibles hacen estallar el tierno alarido del cariño, y él, pobre alma vacía, se conforta con sentir el abrazo ilusorio de lo que creyó como verdad inconmensurable. Se entrega en vida a la más soberbia de las muertes, la calamidad autodestructiva del alma suicida que siempre llevará en su esencia, como afirmación de su propia negación. La teología negativa, filosofía de la tradición medieval, pensaba que para alcanzar a Dios, la Verdad y el Bien, bastaba con negar todo, incluso a sí mismo. Hay veces que no entiendo si la filosofía crea o explica lo que quiere decir, si se pretende como prescriptiva, o descriptiva, y esto porque la realidad se parece a la filosofía, y otras veces es la filosofía la que hace a la realidad.
 Lo cierto es que el hombre muchas veces se niega a sí mismo por todos los medios, y es porque ha convertido a la muerte en el más supremo de los dioses, es por eso, sólo por eso, que el ser humano puede amar. Al amar complace las imágenes de su propia ausencia, mientras que a la vez, niega lo que de él queda para poder ingresar en él a la persona amada, algo parecido a lo que hacían los medievales con Dios, hasta el punto en que si se completase el objetivo no habría más hombre alguno y todo sería amor y dioses.
La fábula de los seres circulares es, al menos, romántica, sin embargo es difícil poder concebir una vida que se completa con el encuentro de la mitad ausente de uno mismo, es difícil concebir que uno nazca siendo una mitad de algo y por último, es difícil concebir que haya vida para poder encontrar la completud, ya que la completud es tan enigmática como el deseo, que es lo que nos hace ser uno mismo diferenciado, sólo sustentado por el camino de nuestros vacíos.
Queda por distinguir, someramente, una sutil diferencia, el deseo es motriz y es la voz cantante de nuestras relaciones humanas, sin embargo no se parece a la verdad, y la verdad es lo que secretamente ha estado deseando el hombre en todo su despliegue existencial, una verdad que hoy parece no existir, un ser circular que nunca se completa, una ilusión que no es más que fantasmas y sueños que no son más que pesadillas, en definitiva, lo único que quedó, aún después del hombre, es únicamente el deseo.
Gliptodontes de cera
Finalmente fuimos sedimentando nuestros pecados, fuimos enterrando el deseo allá lejos donde nadie lo pueda ver nunca más. Nuestras lágrimas dejaron su seco camino de sal por el rostro de la belleza, mientras que lo mejor que lográbamos era hacer desaparecer lo único que nos mantuvo vivos. Subidos a un gliptodonte de cera creímos poder conquistar el mundo, pero con el más mínimo rayo del sol, el gigante comenzó a derretirse, perdió toda su estructura, mientras que nosotros, jinetes de nuestra bestia, solamente atinamos a limpiarnos los residuos de nuestra piel, residuos de la más pura cera que el hombre pudo concebir jamás. La escena era conmovedora, estimulaba ríos de letras densas como para bendecir el paso a la muerte. Nuestro gliptodonte se achicaba, se derretía, y lloraba el desgarrado grito de auxilio. Ya sordos, nosotros apenas escuchábamos, ya mudos, ni siquiera hablábamos, ya fríos, ni nos tocábamos. Nuestra inmensa creación se disolvió en un enorme charco de cera, y nosotros no hicimos más que verlo desaparecer para siempre, parados, solos y olvidando la majestuosidad de nuestro una vez poderoso animal.
Pintura/s
Ella es la insoportable  aseveración del presente, un continuo traspié de flujos desbocados. El aspecto de su desdichado corazón no puede permitirle otra cosa que sentir. Confunde el ensueño de sus noches mágicas con los susurros de paisajes oníricos difuminados con la fuerza de la vigilia. Cada tanto recuerda  a algunos que están, ya con gracia, ya sin sentido, o aquellos que parecían estar, pero que siempre silencian, y los que simplemente jamás van a estar. Entre ellos reparte sus limosnas con fe de éxtasis libidinal, deseosa de nuevas fantasías, farsas de las máscaras del amor, el secreto de todo corazón en llamas, para poder dejar de amar, ella lo hace por amar cada vez más, siempre más para su tierna imagen de niña buena, ella se supera con cada nueva aventura.
De las historias que cuenta, hay muchas que brillan con escenas arremetedoras, esas que sacan provecho de la complacencia de la escucha y se brindan de a poco, un discurso sin un hilo o una anécdota sin final. Otras se desparraman como actos únicos de un drama furtivo, y las cuenta con el desaire de lo vivido. Pero las mejores son aquellas que no dice, que no cuenta, que le daría terror expresar, y que se fuerza por maquillar. Ella es una gran maquilladora, es la artista de todas las sombras y la que le da al mundo el carácter de intrigante misterio, aquello para que algunos nos preguntemos.
Una noche, finalmente me atreví y la seduje, fue esa noche y nada más, al menos eso dijo ella. Yo, hasta al día de hoy al menos, no la he podido olvidar.
Aprendizaje en desengaño
Ese día finalmente me percate de todo, ese día me di cuenta de mis perdidas, me di cuenta de mis errores, ese fue el día en el que comprendí todo lo que había hecho mal, todo lo que había abandonado y perdido en las nubes del sopor y la imaginación. No sé si fue la torpeza de haberme quedado mirando, si fue el silencio universal que escuche en ese momento, si fue la tormenta de dolor, o si simplemente fue verte perdida en sus ojos lo que hizo que me despabile de mi último gran sueño. Tal vez era tu mirada, esa mirada que tantas veces me habías dirigido, esa mirada que sólo decía con su brillo, con su ternura, con su amor, o lo que sea que me hiciste creer que sentías con tu bella actuación de mujer enamorada.  O tal vez hayan sido tus manos acariciando febrilmente su rostro, atrapando lo que nadie puede atrapar, sosteniendo la solemne imagen, diciéndole a él que es lo que más te importa en el mundo, tal vez por eso es que no te percataste que yo estaba perdido viendo como volabas hacia su cuerpo. En el momento no pude actuar, me inmovilice nuevamente, como tantas otras veces ya lo había hecho cuando aún te tenía a mí lado. Aunque ¿Qué hubiera podido hacer? ¿Sobresaltarme? ¿Enojarme?, acaso ¿Desfallecer?, con qué sentido, si ya todo estaba perdido, era otro al que besabas. Igualmente podría matar por tus ojos, podría hacerle padecer los dolores más horrorosos, podría convertirme en el más sádico de los asesinos. Pero el problema eras vos, te veías tan feliz, tal como nunca lo he podido lograr, tal como nunca lo hubiera esperado. Es por eso que decidí volver, dar la vuelta y volver, volver al camino que nunca caminé, para ver si allí finalmente te dejaría ser feliz.
King Of Pain
Es ese algo eterno que relame las heridas, es la carne del olvido, es la tierna sonrisa de una desaparición, es aquello lo que me lleva a gobernar en un campo de cicatrices, infierno de la soledad caótica, un contrato con letra muy pequeña que firmé con la tinta con la que se escribió el mundo. Los pálidos colores de mi cuerpo ya invisible van recorriendo, pisando y soportando. Todo un gobernante del hastío que se jacta de poder, sobre la soberanía de un pueblo que no lo escucha, o que simplemente no existe. Un gobierno anárquico que se subleva siempre, todo por sobre todo, un sí mismo de ilegalidades, de corrupciones, de destrucciones que se acumulan sin techo. Soy rey en mí gran ciénaga en la que todo es ausencia, falta de cuerpo, falta de suspiros, falta de perfume, falta de besos y un gran extravío de sentimientos. La corona es preciosa, para recordarme mi título, para recordarme lo que no puedo olvidar. Sus gemas, su brillo, sus curvas y sus afiladas puntas, hacen que me destaque en mi abandonado feudo. Algunos se asoman, se jactan, me observan, soy el payaso para cierta macabra diversión. A estos los invito a pasar y a caminar juntos en mis tierras, ya que al menos con ellos podré dejar de sentirme sólo, en éste, mi reino de letras, recuerdos, lamentos y heridas.
Primer paso para el cuidado de sí mismo: el autoconocimiento
El cuidado de uno mismo requiere una suerte de desdoblamiento inicial, una ruptura o fisura del yo, una ausencia de todo otro que no se refiera al sí mismo, como propia instancia de una sabiduría práctica consciente que lo pueda lograr. Porque, si procedemos metódicamente, no podremos nunca hablar de un sí mismo, si no anteponemos un proceso productivo de cierta conciencia fantasmal bajo la que podamos lograr que se nos aparezca el tal sí del sí mismo. En pocos términos, para poder hablar de y desde sí mismo, se despatria la residencia del yo para dar lugar a su autoconocimiento. Es decir, el yo peregrina ahora en el conocimiento de sí como si se tratara de un objeto ignorado, olvidado, desperdigado o, muchas veces, eclipsado.
De esta suerte de dirección de la actividad productiva hacia el conocimiento, se hace práctico el pensar, se le confiere realidad al choque de las dimensiones netamente filosóficas abstractas y de pura especulación. Es desde éste ingreso, éste desborde del conocimiento de sí mismo, que la actividad intelectual se hace netamente práctica, se hace ethos poiético, es decir, conocimiento práctico productivo, que no se eclipsa por la referencia a otro, sea éste un dios, una imagen, un edipo, o simplemente una persona, sino que se convierte al yo en todo polo de referencia productiva voluntaria, dispersa y aún por inventar. Se recrea lo que uno quiere ser y se madura en la dimensión mundana de la vida, se desestructuran las bases de una vida, para lograr la vida que se quiere hacer. Es en este sentido que el único otro admisible en este plano, es el de la fuerza de la producción filosófica, entendiendo por esto, una manera de conseguir al mundo desde sus conceptos, desde su capacidad creativa. El medio de la reflexión crítica es el único campo que permite la habilitación y distanciamiento suficiente para que podamos conocernos a nosotros mismos, es por eso que la filosofía es el mediador crítico fundamental para poder cuidar de sí mismo, siendo ésta entendida como lo que abraza en su despliegue toda actividad que el espíritu realice para poder conocerse (psicología, artes, ciencias, etc.).
Disfrutemos
Disfrutemos, disfrutemos por lo que merecemos, disfrutemos porque ya basta de angustias, disfrutemos por lo que somos, disfrutemos por lo que no somos. Disfrutemos porque estamos aún vivos, porque así  y todo, aún no morimos. Disfrutemos porque aquello que siempre se pierde, en algún lugar quiere ganar. Disfrutemos porque nos cuesta y todavía queremos más. Disfrutemos por todo el amor y disfrutemos por lo que queda, aunque se parezca a nada. Disfrutemos porque aún no se acaba, porque la derrota se niega, porque no bajamos los brazos. Los años no son más que el pasar frente a nuestros ojos, por todos ellos, por favor, disfrutemos.
Lluvia
La lluvia vuelve a caer. Dios, ¿Con cuánta agua llenarás mis zapatos esta vez? Aunque esto, el desesperante zapato, la camisa, el pantalón, todo pegado y pesado a los que se les agrega cada vez más gramos con cada gota, no son ellos la razón que siempre me lleva a caminar bajo la lluvia. Tampoco es la brutal estética melancólica de los grises de mí ciudad lo que excita mi paseo, así como tampoco es ese cosquilleo tenue y desinteresado del chisporroteo en mi rostro, mis manos y mi pelo. A veces creo que es el olor, ese fresco aroma a lluvia, esas ganas de aire de mis pulmones apretados en mi pecho, sin embargo, tampoco alcanza esto para explicar el tan irracional acto de salir a mojarse. Otras veces imagino que la lluvia guarda un secreto que solo a mí me cuenta, ya que mi sostenido y calmo paso por las calles permite que me lo cuente al oído, mientras todos desesperan por refugiarse y no la escuchan. Sin embargo esto tampoco explica del todo lo que busco.
Lo que busco, es más bien a un quien. Busco ese encuentro febril, ese romance eterno, ese destello de mi corazón, ese desborde que me lleva a las lágrimas y hace aflorar en mí el milagro de la vida, el milagro de mi carne viva. Lo que busco es a ti, siempre a ti, mi inabarcable y eterna Belleza, que eres la que reúne todos los milagros juntos: la ropa, el agua en mi rostro, el aire, y el secreto que sólo yo escucho.
Lover You Should've Come Over 
Looking out the door I see the rain fall upon the funeral mourners
Parading in a wake of sad relations as their shoes fill up with water
And maybe I'm too young to keep good love from going wrong
But tonight you're on my mind so you never know

Broken down and hungry for your love with no way to feed it
Where are you tonight, child, you know how much I need it
Too young to hold on
And too old to just break free and run

Sometimes a man gets carried away
When he feels like should be having his fun
And much too blind to see the damage he's done
Sometimes a man must away to find that really, he has no-one

So I'll wait for you and I'll burn
Will I ever see your sweet return
Oh, will I ever learn
Oh lover, you should've come over
'Cause it's not too late

Lonely is the room, the bed is made, the open window lets the rain in
Burning in the corner is the only one in dreams he had you with him
My body turns and yearns for a sleep that won't ever come

It's never over, my kingdom for a kiss upon her shoulder
It's never over, all my riches for her smiles when I slept so soft against her
It's never over, all my blood for the sweetness of her laughter
It's never over, she's the tear that hangs inside my soul forever

Well, maybe I'm just too young
To keep good love from going wrong
Oh lover, you should've come over

Yes, I feel too young to hold on
And I'm much too old to break free and run
Too deaf, dumb, and blind to see the damage I've done
Sweet lover, you should've come over
Oh, love well I wait for you
Lover, you should've come over
'Cause its not too late
El suicida
En las últimas horas elegí el suicido. El tema es filosófico, no para mí, sino para los filósofos. Además jamás me he sentido más suicida que en el mundo de hoy (y he conocido otros, se los aseguro), sin embargo, en éste lo que menos abunda es la reflexión filosófica. ¿Otras alternativas? Seguramente, pero menos romántica, menos perturbadoras y más fantasmagóricas que el suicidio. Y es que me quitaron todos los sueños, me alejaron de lo único que conocía, fantasías algo adolescente, algo revolucionarias y algo patéticas. Lo concreto es la muerte que desespera. La energía fluye dentro de mí como siempre, vivo y tan vivo, tan nefastamente vivo. El aire es fresco y la lluvia moja las ventanas, pero se acabaron las poesías, se acabaron las canciones y se acabaron las promesas de mundos mejores. El flujo es incesante, aclamador, más que nunca, nada se detiene, mientras se duermen lentamente el calor de las vidas. Un apocalipsis puede ser inspirador de muchos y el sepulcro de otros. Lo fétido se desparrama por la calle mientras se pasean orgullosas las damas pomposas, derrochando kilos de orgullo y repletando la basura del planeta. No, mis escritos no son alegres, para la alegría esta la vida, el secreto mejor guardado para aquel que la sepa vivir, que ya son pocos y van quedando menos, la cuenta es regresiva y se acerca la tormenta que limpie el resabio, el resto, el descuido de los “ellos mismos”. Pero no se asusten, que les depara en suerte lo que ustedes elijan, sepan atenerse, eso si, a las consecuencias de saber que no es el universo lo que huele a mierda, sino que lo que huele, es la mierda que ustedes dejaron en el universo. Pero quienes dejan rosas, aunque cosechen espinas, siempre olerán a rosas. Así que si son suicidas, como yo, dispongan sus energías y arreglen sus cosechas, relaten lo único que les queda, sólo así no confundirán la vida con la muerte y la muerte con vida, se los dice uno como ustedes, de un suicida a otro suicida.
Idealización
Idealización llama el psicoanálisis a lo mejor que nos dejó el amor. Idealización se llama a la aventura fantasiosa que involucra sueños y vidas. Idealización llaman al estado de catatonia entre dos cuerpos, así como también llaman idealización al fervor de la pasión convertida en el milagro de lo creativo, sólo por lo que yo escribo. Idealización son sueños en vigilia, que pretenden recoger todo la irrealidad que nuestro devenir no nos permite. Es por eso que, idealización es también convertirse en el sueño que no nos dejan vivir. Si es por eso, soy el gran fanático de la idealización, hoy me promulgo como el último de los soñadores, para convertir el sueño en vida y que se acabe ya la categoría de toda la idealización.
El hombre que vio nacer el apocalipsis
Él era un caído de la cultura, los libros, según él servían para sostener puertas y decorar paredes, la tecnología le llamaba la atención tanto como llama la atención un ruido molesto o un brillo en medio de un bosque oscuro. Sus sensaciones se acomodaban a la época a fuerza de reniegos, aceptaba su época mediante quejas continuas y una incomodidad sobre el sí mismo y sobre sus semejantes.
Respetaba los valores tradicionales, aunque más de una vez se los olvidaba según su propia conveniencia. Siempre trataba de comportarse como un trabajador responsable, un padre estricto y un ciudadano servicial. Su familia lo recordaba, desde la última vez que lo había visto, como una persona saludable, aunque terriblemente complicado de tratar.
Esa noche había terminado su rutina de domingo, los mates y un asado al mediodía, las facturas de la tarde y los partidos de fútbol, coronando la noche con un resumen de todo los actos deportivos que no había logrado captar con su frenético zappin por los mismos tres canales de noticias. Veía en el deporte algo mucho menor a un entretenimiento, sino una mera justificación para poder hablar con los clientes de su puesto de diarios.
Fue cuando acomodó el despertador para que sonara en la madrugada que sintió la extraña sensación de soledad, de la cual se había olvidado hace ya casi veinte años, un repentino sentimiento de excitación, nerviosismo que se parecía bastante a una angustia. Sin embargo decidió no darle más peso que el de una copa de vino, y luego se acostó para poder olvidar.
El destello que entro por la ventana, minutos antes de que suene el despertador, lo levantó algo malhumorado y más quejoso que de costumbre. Cuando miró por la ventana se percató que una enorme bola de fuego se dirigía dispuesta a ingresar por la puerta de su casa. En ese momento respiró hondo e imagino que esto era culpa de alguien, de alguien que no era él, de algún político que no había manejado correctamente las relaciones internacionales, de algún idiota que había controlado mal un tren, de algún enfermo que intentaba matar violentamente a alguno de sus vecinos. Pero jamás pensó en él, jamás pensó en que el fuego que hizo explotar su casa tenía más sentido para él que para cualquier otra persona, jamás pensó en que el residuo espacial que entro por su puerta era la forma que tenía el destino para lidiar con su personalidad, justamente por eso, porque él jamás pensó.
Recordatorio
De alguna manera el hombre sabe muy bien recrear el arte del dolor, evoca imágenes en su mente de forma tal que pueda lograr torturarse y consciente, o inconscientemente, logra hundir sus sentimientos en la más tormentosa agonía. Para los problemas con solución, para los problemas que no la tienen, el ser humano es artista de su propia condena, es el gran castigador y yugo para su propia felicidad.
Sin embargo hay algo que siempre enseña, el recuerdo, aunque el olvido es parte generativa del recuerdo, quien bien puede olvidar bien puede recordar para futuro. Vivir la fantasía del pasado se parece al castigo autodestructivo que recién nombramos. Es por eso que el recuerdo requiere de un nuevo sentido, el que no significa pasar recordando. El recuerdo enseña la capacidad de lo que uno puede hacer, disparando flechas hacia el futuro de su buena gracia. El azar tampoco es enemigo del recuerdo, sino más bien una suerte de recordatorio fundamental, el azar recuerda la desaparición del destino y la revivificación de la cadena de intenciones que es nuestra vida, no vivimos porque reconocemos nuestros actos como estatuas del pasado, sino porque recordamos la imágenes vividas de la alegría, única, de entre todas las pasiones humanas, tan fuertes como para combatir con la tristeza que agota las piernas y nos obliga a bajar los brazos.  
El recuerdo es el amigo de la alegría, es el continente de la nitidez de nuestros sentimientos, es la forma más extranjera del sentirse, es escucharse como quien escucha al otro, esa imagen siempre desfigurada del sí mismo se delinea por medio del recuerdo, que es aquello que debe decirnos quienes somos, para donde vamos y para donde queremos ir.
Por esto, el recuerdo es lo más bello que se puede resguardar, nuestros tesoros. Es lo que nos incita al ahora, al punto inefable de la desaparición de todo pasado: recuerdo el aire, el viento, la tarde, el sol, y todo cobra la imagen de un acontecimiento perfecto, fílmico relato de mi propia vida. Y una vez más pone el acento en el más obvio de los hechos, esos acontecimientos son míos, es lo más propio que tengo, y exigen que los siga asumiendo, exigen que siga sabiendo y responsabilizándome por mí propia autoría. En definitiva, el recuerdo es el mejor presentador de mi propia fábula, la mejor de las fábulas, mi vida, la historia mejor contada, o al menos la que mejor sé contar.
Al lector ausente
Porque tiene el derecho, porque me dejo, porque soy juguete y títere de sus deseos, cada vez que se encasilla mi mente en su pensamiento, vuelvo a encontrarme indefectiblemente con las emociones que niego, la distancia es auxilio pasajero y una vez más escribo para que nadie lea. Mis musas niegan mi nombre tres veces antes que caiga mi letra. Soy el escritor del aire, un artista del trapecio, alto, lejano y ya fuera de todo escenario, las cartas son para remitentes desconocidos, desaparecidos o ausentes. Las líneas flotan para ellos, salen de mis manos como espejos del alma que se expresa. Siempre pienso en eso, en quienes leerán mis espacios flotantes, quienes se encontrarán con mi vacío y con ese gran hueco que trato de llenar con letras. Por eso escribo para él, mi lector desaparecido, mi nudo de emociones y el espejo de mis sentimientos, que siempre es augurio de una presencia, la que delata con firmeza la negación que mi corazón cuenta.